viernes, 25 de septiembre de 2020

Estado de alarma

 Como si todo un cielo me mordiera los ojos

o me acunaran clavos de jengibre y lavanda

mi corazón al aire se atraganta de rojos.

Así la bailarina que ahorcara su bufanda.

 

Por los patios del sueño, los sueños andan cojos.

No saben quién enuncia, quién implora, quién manda.

Un poco esto es el campo abreviado en los rastrojos

donde se extingue, de alba y temblor, un oso panda

 

y hay los gritos sedientos de barcos encallados,

un piélago de perros sin pan y sin caricias

mientras luce coronado el cinismo en el humo.

 

Yo me caigo del tiempo y del sol, de mis costados,

sin coro de tragedia ni titilar de albricias

porque donde todo es baldío, ni lloro ni presumo.

 

 

 


 

 

 


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