martes, 23 de diciembre de 2014

Marilyn


 

Fui tanto la rubia tonta

por que me quieran un poco

que terminé por creérmelo

y ahora mismo me pregunto

en este lugar difuso

de pétalos despegados

donde llegué distraída

si es que mandaron matarme

o sola me suicidé.

Sí sé que cuando fui niña

también me mató mi madre;

ella me amaba en el fuego

y yo lloraba y lloraba.

Luego encendieron la cámara

y atrás estaban los hombres.

Me gusta verlos felices

cuando un suspiro del suelo

toma el control de mi falda.
 
Y me río. Soy así.



domingo, 21 de diciembre de 2014

NAVIDAD


 
¿Cómo saber si nace Dios? ¿Se atreve?
¿Si el espíritu vino a la mujer?
¿Si en el pesebre tienen qué comer?
¿Quién guía a quien se acerca? ¿O qué los mueve?
 
¿Cuál es la fuente de sustancia leve
que tiñe el aire y casi deja ver
ya sin los ojos, puestos a esconder
un agua conmovida que les llueve?
 
Campos de arena, triste tierra seca,
olivo santo de raíz frustrada,
carne cansada de los silenciosos,
 
¡alégrese quien cae y sufre y peca!;
al fin la redención la dan por nada,
 
como la vida, y los cielos hermosos.
 
 
 
 
 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Paisaje andino

a Adriana Francano 



Cuando la cumbre grita envenenada

no baja agua pura a los arroyuelos.

Sucios los pastos, cascotes y hielos

contaminan la cuesta y la explanada.

 

Por el lago inquieto ves reflejada

la almohada percudida de desvelos

que caen de la montaña. Por los suelos

gime la pluma de ave marchitada

 

que quiso batir ala y no podía.

Plomo en el pico, sangre en la coleta

y el pulso acelerado sin resguardo

 

sintió que el aire de su envión perdía

como una idea líquida y violeta
 
evaporada en el perfil de un cardo.






lunes, 8 de diciembre de 2014

Redondillas de las vírgenes

a Ana Ferrarino

  

La Virgen es una sola

mas la vemos y llamamos

de mil modos. Aquí vamos

a encenderle una farola

 

con fosforitos de fe,

que eso son estas estrofas,

estas dulces alcachofas

en que me deshojaré.

 

Octosílabos austeros,

consonantados que ensarto

el primero con el cuarto

y segundos con terceros.

 

Virgen de los Buenos Aires,

guía de los marineros

y de mis pasos primeros

que perdona los desaires.

 

Virgencita de Luján,

protectora de la Pampa,

¡este cielo que no escampa,

estos golpes que te dan!

 

¡Viva la madre de Dios!

¡Viva esa Blanca Paloma

que del Rocío se asoma!

¿Qué soy, Madre, yo, sin Vos?

 

Que te cantan, que te rezan

Rocío, niña de Almonte;

luego, el resto no te afronte.

Cosas que poco interesan...

 

Virgen de la Macarena,

esmeralda de Sevilla,

¡mira qué pobre es mi arcilla,

polvo roto por la pena!

 

Señora de la Esperanza,

en mí están la pretensión,

el error, la sinrazón;

en ti sola, mi confianza.

 

Virgen de la Candelaria

¡basta de carne! Ser cera

para tu vela primera

allá en la costa canaria!

 

Mi calandria, Candelaria,

en el pico una candela,

sobre el Atlántico vuela

para cantarte tu aria.

 

Virgen del Pilar, pequeña

pastora de agua del Ebro

¡mira que me desenhebro

y me caigo de la peña!

 

Virgen de la Soledad,

mal preso estoy de tu nombre.

Qué poca cosa es un hombre.

Tú, Señora, ten piedad.

 

María Desatanudos

gruesos son los de mi pecho,

retorcidos bajo techo

y a la intemperie, desnudos.

 

María de Guadalupe

soy pobre con y sin oro.

Soy pecador cuando ignoro

y pequé siempre que supe.

 

Señora de Aparecida

soy la bestia de la selva.

Que tu rostro a mí se vuelva.

Seré bestia reducida.

 

Virgen de la Caridad

tú tienes lo que me falta

por eso tú estás tan alta

y yo, bajo tempestad.

 

María de las Angustias

una lagrimita tuya

dirá al demonio que huya,

sanará las rosas mustias.

 

Fátima, la portuguesa

quiere jugar con los niños.

Señora de los cariños

puros, pan de la mesa.

 

Lourdes, mi francesita,

mi compañera de ruta,

me está esperando en la gruta.

Sabe quién la necesita.

 

Mi Señora de la Cinta

mucho más que piedra o tela,

¿qué escultor me la cincela

o qué pintor me la pinta?

 

Mi Virgen de la Amargura

andaluza y marinera

encomendarte quisiera

mi torpeza, mi locura.

 

De Ávila, como Teresa,

la Señora de Sonsoles,

borda paños, siembra coles

y quiebra la escarcha espesa.

 

Mi Señora del Rosario,

custodia de los misterios,

no habrá ya problemas serios

en tu rezo extraordinario.

 

Monserrat, la moreneta,

que el amor no se nos rompa

ni el tejido se corrompa,

tú, que eres tan discreta.

 

Señora de Balvanera,

refugio de pecadores,

para ti, manto de flores

que en ti, seda es nuestra espera

 

o, Virgen de Valvanera,

manzanita de metales 

preciosos, dame las sales

que drenen mi borrachera.

 

Virgen pura de las Nieves

y de mis antepasados,

brillo en mis ojos mojados,

allá voy, donde me lleves.

 

Virgen de Consolación,

¿qué pedir, si no tu apodo?

Siempre tú tendrás el modo

de otorgar tu advocación.

 

Mi Señora de la Paz,

la que tiene más trabajo,

cubra pulpa de tu gajo

al turbio, rudo y mendaz.

 

Virgen del Cisne, gloria

que navega la montaña,

Loja en ti va. No la engaña

la salvación ilusoria.

 

Virgen clara de la Nube,

portentosa, esclarecida,

vida más vida que vida,

escalera del que sube.

 

Mi Señora de Suyapa,

mi protección hondureña,

pueda yo verte risueña

porque un alma no te escapa.

 

Señora de la Merced,

a tus brazos extendidos

va el dolor de mis descuidos,

los de mi hambre y de mi sed.

 

Señora de los Volcanes,

dolida como una esclava,

que tu suspiro de lava

purifique a los rufianes.

 

Mi Señora del Recuerdo,

cofre de las Pequeñeces,

hay camino si apareces,

sin tu linterna me pierdo.

 

Santísima del Rosal

¿qué seré sin tu perfume?

Todo cuanto en mí presume,

presume porque está mal.

 

Señora de Covadonga,

santina de monte y mar,

tu remedio me has de dar

para que me recomponga.

 

Virgen de Desamparados,

y esto es decir ¡virgen mía!,

loco soy; más lo estaría

sin un hueco en tus costados.

 

Señora de la Cabeza,

zarza celeste y moruna,

aromada en aceituna,

¡también Cervantes te reza!

 

Estíbaliz, ojos grandes

que desde el cerro me miran,

por culpas que no se olvidan

tu piedad llega a los Andes.

 

Arántzazu, espina de oro

que en el alma te demoras,

el Oficio de las Horas

para ti, todos en coro.

 

Rábida, la fugitiva

que en los mares se sumerge.

En ti, acosada, converge

la fe pura y nunca esquiva.

 

Santa Virgen del Jilguero

pintada por Rafael,

¡que la gracia de un pincel

llegara al Cielo primero!

 

Virgen niña de Murillo,

gigante si pequeñita,

hiriente, por lo bonita,

¡como el borde de un cuchillo!

 

Virgen de Misericordia,

¿qué puñado ves acá?

Malas piezas, claro está.

Sembradores de discordia.

 

Mi Señora del Camino,

tú que amansas al León

¡y yo, que voy, bravucón,

de caída en desatino!

 

Mi Señora de la Peña,

¡tú que me miras tan fijo

como una madre a su hijo

que mal anda y peor sueña!

 

Mi Señora de Begoña

plácida en el taburete

sonríe. No hay a quien rete.

¡Líbrame de mi ponzoña!

 

Virgen del Carmen, arroja

crisantemos en el mar.

Quien ha venido a llorar

de su orgullo se despoja.

 

Nuestra Señora del Pino,

tú en las islas y yo aislado,

aterido, atribulado...

¡dame luz de tu oro fino!

 

Tú, Medalla Milagrosa,

tú y tu rostro sin malicia.

Redención en tu caricia

Virgen siempre cariñosa.

 

Mi Virgen de los Dolores

tú no, no me llores tanto.

No es para siempre el espanto.

Ya vendrán tiempos mejores.

 

Virgen de la Anunciación

a ti te canta la fuente

y un Arcángel te consiente.

Quien supiera esa canción.

 

Virgen de la Encarnación

que nos das a Dios humano.

Perdona. Dame la mano.

También voy a la Pasión.

 

Virgencita de la O

tan niña y dejando que entre

el Espíritu en tu vientre.

¡Qué poco me atrevo yo!

 

María de la Asunción,

despegada de la tierra.

Cada paso que doy, yerra.

Me doy a tu intercesión.

 

Señora de la Humildad

como tú, yo así, en el suelo,

como tú, yo, en un desvelo

pero sin tu majestad.

 

María del Dulce Nombre,

te vi seguir a tu Hijo

con el amor puro y fijo

¿y quieres que no me asombre?

 

Señora del Dulce Nombre,

mi flaqueza no te apriete,

mi tontera no te inquiete,

mi inconstancia no te escombre.

 

Virgen Reina de los Cielos,

en ti me lavo la herida,

por ti retomo la vida,

a ti van mis desconsuelos.

 

Señora del Buen Consejo,

la que siempre me hace falta.

Yo tan bajo y tú tan alta.

Tú te acercas. Yo me alejo.

 

¡Corazón Inmaculado

de María, en las visiones

radiante, y en sus pasiones

por la espada atravesado!

 

¿Ves, María Auxiliadora

la pestaña que me ciega,

patio interior que se anega

y llaga que no mejora?

 

Virgen de Copacabana,

onda sutil sobre el lago,

lo que das, mal te lo pago.

Quizá me enmiende mañana.

 

De los Ángeles Señora,

y del pobre, compungido

pecador arrepentido,

gusanito que te adora.

 

Virgen de Chiquinquirá,

resplandor de la pintura,

si tu vista hoy no me cura

mañana me curará.

 

Nuestra Caridad del Cobre,

con el mundo en una mano,

 y en otra, su Soberano,

¡dame a mí lo que te sobre!

 

¡Nuestra Señora del Quinche

que me tienes perdonado

cada pasito mal dado,

cada error, cada berrinche!

 

Virgen de Presentación

no te manchemos los trajes.

Seguimos siendo salvajes

y pidiendo salvación.

 

Señora de Caacupé,

por el amor inundada,

por el amor rescatada,

a tu azul me brindaré.

 

Nuestra Señora de El Viejo,

voy a lavarte la plata

y a este dolor que me mata

lo matará tu reflejo.

 

Nuestra Evangelización,

paloma antigua de Lima,

cada pena que me oprima

la evapore tu perdón.

 

Mi Divina Providencia

que pide fidelidad

y encuentra tanta maldad.

¿Osaré pedir clemencia?

 

Señora de las Mercedes,

ando mal y me confundo.

En el tremedal me hundo.

Dame guía, tú que puedes.

 

Mi Señora de Altagracia

encomendarte querría

la hiel de mi cobardía

y el veneno de mi audacia.

 

Virgen de los Treinta y Tres,

mis pecados, sí, son más,

pero vos los perdonás.

Asumo que me querés.

 

Señora de Coromoto

y de las tribus que llegan

y de los niños que juegan

y de mi corazón roto.

 

Virgen de la Rogativa,

voz de los necesitados,

¡tu lluvia para mis prados

y tu amparo mientras viva!

 

De las Lágrimas Señora,

vamos a llorar un poco

por tu hijo y por este loco

que peca pero te adora.

 

Mi Virgen del Azahar

que tu ramito rezume

y que llegue tu perfume

a este otro lado del mar.

 

Señora de la Arrixaca,

romera en los arrabales,

¡tu bondad para mis males,

tu brillo en mi vida opaca!

 

La del Carmen de Maipú,

Señora de las montañas

y de las grandes hazañas,

¡quien luchara como tú!

 

Mi señora de la Puerta

transparente y elevada,

por mis maldades cerrada,

por sus bondades abierta.

 

Mi Señora de Loreto

fuera al fin una argamasa

mi carne para tu casa,

y mis huesos, su concreto.

 

Nuestra Señora de Akita,

madre santa japonesa

que habla y llora. ¡Cesa! Cesa

porque el Hijo resucita.

 

Virgencita Dolorosa,

¿quién no siente y se arrepiente

y quién no inclina la frente

al verte triste y hermosa?

 

Mi Señora del Colegio

dame a besar tus ojeras

y tus manitos obreras

bajo aquel semblante regio.

 

Nuestro Perpetuo Socorro

te doy las enfermedades

y pido las caridades.

¡Fíjate si tengo morro!

 

Santa María la Antigua

que me tome tu ternura

y disuelva mi locura

si mi fe se muestra ambigua.

 

Mi Virgen de los Milagros,

sé que mis luces son pocas

y mis entrañas son rocas

y mis esfuerzos son magros.

 

Rosa Mística del Monte,

luz de la reparación,

penitencia y oración,

estrella en el horizonte.

 

Nuestra Señora del Alba,

si son duros mis terrones

endereza mis renglones

y dame con la collalba.

 

María de la Almudena

hasta la piedra celebra

y la muralla se quiebra

cuando tu nombre resuena.

 

Mi Señora de Belén

aquí estoy, por si me dejas

dormir entre las ovejas.

Quiero ser pastor también.

 

Mi Señora de la Luz,

¡socorro al anochecer!

También me viste caer.

También yo tengo mi cruz.

 

Virgen de Natividad,

santa estirpe de David,

contigo a la buena vid

y adiós a la vanidad.

 

Nuestra Señora de Nuria

ya sabes, siempre lo mismo;

la torpeza, el egoísmo,

el orgullo, la lujuria.

 

Virgen de Visitación

te esperamos, y a tu prima.

Pobre en oro quien se arrima,

pero no en la devoción.

 

Virgen de África, María

que pide por los morenos.

El color es lo de menos.

¿Quién es algo sin tu guía?

 

Virgen santa de Pekín,

emperatriz de la China,

Gloria a la Gracia Divina

sin fronteras y sin fin.

 

Mi Señora de Sheshán,

auxilio de los cristianos,

mi corazón en tus manos

aromadas de azafrán.

 

Ta Pinu, la marinera,

los océanos contigo

y otros mares que no digo,

de mis aguas consejera.

 

Señora de Peñafrancia,

archipiélago de amores,

remedio de los rencores

y bondad de la elegancia.

 

Velankanni, la Salud,

tesoro de los hindúes,

las miserias atenúes

de todos, por tu virtud.

 

Líbano, Nuestra Señora

atormentada de guerra

venga la paz a esta tierra

de tu mano sanadora.

 

Mi Señora de los Pobres,

nuestros ardores suavices,

perdones nuestros deslices,

nuestras deudas no nos cobres.

 

Mi Señora de la Gracia

casi todo lo consiente.

Frente a frente, ¿quién te miente?

Nuestro oficio es la falacia.

 

¡La de Todas las Naciones,

ungida en paños de Holanda!

La voluntad es muy blanda

y duros los corazones.

 

Madonna Negra polaca,

¿cuál horror no presenciaste?

¿Qué llanto no derramaste?

La Humanidad es muy flaca.

 

Mi Señora de Kazán,

escudo si nos invaden

y cuando mal nos persuaden,

cuando hay frío y falta el pan.

 

Señora de Vladimir,

el Cielo está en tu mejilla

y en plegar nuestra rodilla.

Ternura para seguir.

 

Nuestra Señora del Don,

lo pido porque lo tienes.

Por el don con que a mí vienes

pido alivio y mi perdón.

 

Tránsito, Virgen que sube

de la muerte hacia la vida.

No dejes mi alma perdida.

Pasemos juntos la nube.

 

Virgen de la Trinidad,

pueda estar bajo tu manto

junto al Espíritu Santo,

Hijo y Padre y tu bondad.

 

Estrella de la Mañana,

se disuelvan en tu anuncio

los vicios a que renuncio

por tu gracia soberana.

 

María, Estrella de Mar,

poema de San Bernardo,

si me hundo o caigo, si ardo,

¿tú me vas a levantar?

 

María de la Pasión,

campana de la inocencia,

testigo de Su Presencia,

escape de mi prisión.

 

María Madre de Dios,

en silencio atribulado

por el hombre torturado

no estás sola. Somos dos.

 

Mi Señora de Itatí,

sirena del Paraná,

¡mal pago lo que a ti va

por lo que viene de ti!

 

Señora de la Confianza,

amiga de las clarisas,

sustento también de risas,

canto puro y buena danza.

 

Señora de las Victorias,

remedio de Teresita,

triunfo que se suscita

sin aspavientos ni euforias.

 

Virgen de la Penitencia,

dame calor y cariño

como si fuera tu niño.

¡Yo preciso más clemencia!

 

Mi Señora de Pompeya

en tu rosario distingo

la prédica de Domingo

y la Divina Epopeya.

 

Mi Virgen de la Alegría,

si mi vida fuera bella

como tu faz, ¡qué querella,

qué traspié no encajaría!

 

Virgen de la Salvación,

esa corona de espinas

que te pincha, si te inclinas

la tomo con ilusión.

 

Virgen de Vida Interior,

temo siempre equivocarme.

¿Qué señales puedes darme

por que no sea peor?

 

Nuestra Señora del Huerto,

dame la buena manzana

que del mal sueño me sana

y me limpia si despierto.

 

Virgen del Monte Carmelo,

viva yo como eremita

cuando tu labio me invita

al recogido consuelo.

 

María del Equilibrio,

sentido en la sinrazón,

sosiego en la conmoción,

y firmeza ante el ludibrio.

 

Virgen de Garabandal,

instructora de las niñas;

si mal ando, no me riñas.

Es flojo mi natural.

 

Virgen de Revelación,

patrona de tres fontanas,

dame fuerza, amor y ganas

de sortear la tentación.

 

Mi Señora de las Aguas,

que mi pecho se desbroce

de mala hierba en el roce

de tus celestes enaguas.

 

Nuestra Señora del Valle,

se coseche lo que labras

con las divinas palabras

y mi soberbia se calle.

 

Mi Señora del  Buen Paso,

ese que yo nunca doy,

torpecito como soy

y de seso tan escaso.

 

Purísima de Punchana,

que libras a pescadores

de jíbaros, favores

pido a ti, hoy y mañana.

 

Y tú, Divina Pastora,

dame a beber, que voy roto

de cólera y terremoto,

agua de tu cantimplora.

 

María de la Sonrisa

que amparas a los payasos

alivia nuestros fracasos

como el paso de la brisa.

 

María Dispensadora

Universal de las Gracias

apártanos de falacias

y del mal que nos aflora.

 

Mi Virgen de la Ilusión,

 la del pueblo despoblado,

¡qué solita te has quedado!

Compaña es tu comprensión.

 

María la Mediadora,

por el Señor consentida

como Reina de la Vida

Eterna, en buena hora.

 

Morena del Baratillo,

el río canta tu encanto;

tú me quisiste ver santo

y yo sigo siendo un pillo.

 

María Corredentora,

tú estuviste la primera

para aquella dulce espera

que todo tiempo atesora.

 

 

 

Buenos Aires y Luján,

Esperanza Macarena,

Pilar, Soledad, Rocío,

Guadalupe, Candelaria,

 

Desatanudos, Rosario,

Caridad, Aparecida,

Guadalupe, Lourdes, Cinta,

Fátima, Angustias, Sonsoles,

 

Amargura, Balvanera,

Monserrat, Consolación,

Cisne, Nieves, Nube, Paz,

Rosal, Suyapa, Volcanes,

 

Desamparados, Merced,

Estíbaliz, Covadonga,

Cabeza, Niña, Jilguero,

Misericordia, Recuerdo,

 

Arántzazu, Carmen, Peña,

Camino, Begoña, Pino,

Anunciación, Milagrosa,

Asunción, Dolores, O,

 

Encarnación, Humildad,

Chiquinquirá, Dulce Nombre,

Asunción, Auxiliadora,

Corazón Inmaculado,

 

Cobre, Reina, Baratillo,

Don, Ángeles, Buen Consejo,

Caacupé, Copacabana,

El Viejo, Presentación,

 

Evangelización, Puerta,

Altagracia, Providencia,

Coromoto, Treinta y Tres,

Lágrimas, Azahar, Mercedes,

 

Arrixaca, Rogativa,

Loreto, Akita, Maipú,

Colegio, Antigua, Milagros,

Alba, Belén, Dolorosa,

 

Rosa Mística, Socorro,

Natividad, Almudena,

Nuria, Luz, Pekín, Sheshán,

Visitación, Peñafrancia,

 

Negra, Kazán, Velankanni,

Ta Pinu, Líbano, Pobres,

África, Gracia, Naciones,

Vladimir, Estrella, Tránsito,

 

Ilusión, Dispensadora,

Itatí, Madre de Dios,

Confianza, Mar, Penitencia,

Vida Interior, Salvación,

 

Victorias, Aguas, Pompeya,

Carmelo, Corredentora,

Equilibrio, Salvación,

Punchana, Garabandal,

 

Buen Paso, Revelación,

Sonrisa, Pastora, Valle,

Trinidad, Pasión, Mañana,

Alegría y Mediadora

 

Ruega siempre por nosotros,

ahora y en nuestra muerte;

por los que aspiran a verte

 
pero también por los otros.