jueves, 9 de diciembre de 2010

"Tres generaciones" por el Ballet del San Martín


Ah, la danza,
Estratagema de las almas
Para trepar a los pájaros,
Temblor que anuncia un amorío
De sangre, pies y tierra
Mientras tu cuerpo y el mío
Se van,
Porque son otros.

Seguro hay mil poemas dedicados a la danza, y todos mejores que éste. Pero no estábamos con ánimo de citas. Busquen ustedes, y encuentren. El caso es que viene bien éste simple y de propia cosecha para referir el sustrato poético común a todas las artes, y la tentación de vivir una bella coreografía como si fuera un poema, cuando se puede. Tal el caso de “Tres generaciones” (“Trois générations”) de Jean-Claude Gallota, afincado en Grenoble, Las Galias, recreada en Buenos Aires por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, como hiciera años atrás con otra obra suya, “Mammam”, que siempre recordamos con cariño, como a nuestros juegos de niños, que de eso iba la cosa.
De niños viene la cosa otra vez, al menos para empezar, porque este espectáculo, compuesto por el ensamble de tres versiones ligeramente divergentes de una misma estructura, empieza a cargo de ocho niños que estudian en la Escuela del Teatro Colón, asombroso si pensamos lo difícil que se hace ver a los bailarines del Colón bailar, no digamos a los niños que allí se forman. Tremendo esfuerzo de producción cuyos entretelones engorrosos podemos imaginar, si es que no los conocemos por chismes. Cuando estamos pensando “¿Qué me importa lo que venga después, si sabido es que con niños o animales en escena desaparece todo lo demás?”, irrumpen los locales, los del ballet ¿estable?, resignificándolo todo con el apogeo de su potencial y la maestría que han adquirido. Mención especial para Sol Rourich y Diego Poblete, los menos nuevos en un grupo que tanto nombre ha cambiado y cambiará. Y sí, lo hacen mejor que los niños, aunque enternezcan menos, para eso los años traen lo bueno y lo malo; con ellos comprendemos el valor y el esplendor de la plenitud, dure lo que dure.
Llega al fin el turno de los mayores, los pioneros, los que se habrán tenido que quitar el óxido, algunos más que otros, para poder hacer esto. Y entonces, por ejemplo, el exigido solo que vimos en una niña, y luego en una muchacha, lo vemos en una señora que roza los setenta (omitimos el nombre para no pecar de falta de caballerosidad con la mención de la edad). Y en ese punto, muchas sino todas nuestras fantasías y huellas de infancia, juventud y lo que viene después están en movimiento, tiembla el edificio y pensamos que queremos volver a ver la obra una y otra vez.
En el Teatro Presidente Alvear. Termina este domingo.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Sobre "La Fiesta del Chivo", de Mario Vargas Llosa


Dice mi madre, gran lectora, que “La fiesta del Chivo” es la mejor novela de Mario Vargas Llosa. Como no las he leído todas, no me pronunciaré al respecto. Siempre recordando con cariño aquello de “La tía Julia y el Escribidor”, leído en mi adolescencia, donde transcribiendo mentira verdad sus amores intrafamiliares mostraba el narrador cuán poco, al menos en lo que a elección de pareja se refiere, Freud le importaba (ratificado esto por la elección de su segunda y duradera esposa, a quien estos días, con ocasión solemne, le dedicara tan conmovedoras palabras), la corriente del Nobel nos arrastra una vez más a la ribera de las páginas de Mario. Y, luego de recorrer su tercera novela, “La casa verde”, manojo de preciosismos no poco exigentes con el lector (el cambio de personajes, escena y perspectiva es tan constante que un segundo de distracción se paga con el extravío, sea en la selva, sea en el desierto peruano, según donde te toque y según si te das cuenta) pero muy recomendable al fin, le hacemos caso a mamá y nos vamos a una Fiesta, que para eso están.
La acción transcurre en República Dominicana y por ende, no podrás dejar de pensar en Juan Luis Guerra, aunque no tenga nada que ver con lo que te están contando, ni en los negros haitianos que mueren de hambre, cólera y terremotos al otro lado de esa frontera, que ya sí van teniendo algo que ver, aunque tampoco aquí les ha tocado ser protagonistas. Tres líneas de acción que alternan con más comedimiento que los muchos personajes de la novela prostibularia antes comentada al pasar confluyen en un 30 de mayo, día significativo si los hay, no por lo que mis familiares y amigos están pensando ahora sino porque un 30 de mayo, unos cuantos años antes de eso (tampoco tantos), un comando vocacional dio en matar al General Trujillo, dictador que tenían los dominicanos montado desde treinta años antes, amigo en tiempos y hospedador del primer exilio de nuestro General Perón, que todavía Vive, como Evita y Néstor, según leo en profusos muros de Buenos Aires. Entre estos magnicidas vocacionales autoconvocados, la hija de un ministro caído en desgracia que vuelve al país tras años de ignorar a su padre y el propio Generalísimo (tanto como Franco, el que recibió a Perón después), se hilvana una historia tan fascinante de leer cuando te la cuentan como oprobiosa de vivir si en vez de contártela te la inoculan, como nos ha pasado a unos y a otros a lo largo del Siglo XX y del Continente, con las variantes del caso.
Que leer este libro sea tamaño placer, da para pensar muchas cosas. Aseguro que lo es. Y con eso, Vargas Llosa se anota un poroto grande, que no compensa la noble tirria que genera por ser de Derecha, por sus opiniones Gorilas que nadie le pide y porque no sabemos al fin y al cabo muy bien qué es lo que piensa, pero no estamos de acuerdo.
Yo confieso que, dadas las pruebas que este libro aporta acerca de su sensibilidad, su inteligencia, su cultura y su capacidad de trabajo, de haber sido peruano, lo hubiese querido para presidente.
No pudo ser.
Advierto: las escenas de tortura, aunque tan bien escritas, interrumpen el placer.
Si eres alérgico al libro, está la película, producción española dirigida por un sobrino del autor. Yo no la vi, pero pispeé y pude enterarme de que los dominicanos pronuncian muy bien la zeta.

martes, 7 de diciembre de 2010

Sobre la Copla


Debilidades confieso. Algunas. Algunas confieso. Haber, hay muchas.
Tengo debilidad por un tipo de canción española, denominado genéricamente “copla”. Difícil de definir. Acaso se trata de “la” canción española. Claro que desde que España es un Estado autonómico, todo tiende a ir al terruño (no bebas el agua de este río, que es mío), y hoy hay muchos dispuestos a etiquetarla exclusivamente como canción andaluza. Aunque abrevase en la tradición del romance castellano, aunque se desprendiese del cuplé, aunque su más célebre intérprete fuera valenciana, aunque una de las más destacadas fuese argentina. Imperio Argentina, justamente. Que filmó con Gardel. En fin. Para el caso, las primeras coplas que conocí (dos) estaban siempre en labios de mis abuelas, muy españolas y nada andaluzas. Gloria, la navarra, estaba siempre “Compuesta y sin novio” (arrancaba siempre con el estribillo: “por qué no te casas niña dicen por los callejones...”; se hizo famosa en La Pampa años después por el éxito de la película “Las cosas del querer”) y Ángeles, leonesa, cantaba siempre y solamente las coplas de Luis Candelas (bandolero madrileño, por cierto; nacido en Lavapiés, seductor de doncellas y ladrón de toda cosa).
Salteándose la desconfianza añeja que profesan en aquellos pagos amantes de la división muchos del Norte por los del Sur, enviaron un día a Buenos Aires mis tías de Pamplona un cassette, “Canciones de España”, de Rocío Jurado. “Los piconeros”, “La guapa, guapa”, “Limón limonero”, “Antonio Vargas Heredia”... Nada tardé en aprenderlas de memoria. Nada tardó el cassette en empezar a patinar. Y no podías acudir a emule, ares o youtube.
Tardó en llegar Isabel Pantoja con un nuevo cargamento de coplas, y así las tornaban ella también: briosas, dramáticas, histriónicas. Empujando, cascando la voz. No cantaba así mi madre, que tuvo de modelo a Sara Montiel (más bonita mi madre, aunque no me lo crean).
Intentaré aburrir lo menos posible y me saltearé pasos y años en el cuento de mis amores con estos cantares. Todo pasa y todo queda.
Llegó un buen día internet a enterarme de que hay una Radio Televisión de Andalucía, y que tiene como bandera y programa más visto, un concurso para intérpretes del género, “Se llama Copla” (los sábados a las 22:15, hora española; seis y cuarto de la tarde por aquí). Puede verse en directo o por archivo, días después. (http://www.radiotelevisionandalucia.es/tvcarta/impe/web/portada )Va por su cuarta temporada, y conserva mi fidelidad. He visto pasar docenas de artistas. Más mujeres que hombres (70% y 30%, aproximadamente). Y casi todas ellas son también briosas, histriónicas, dramáticas. Folclóricas, con las diversas gracias andaluzas, una de las cuales es quitar eses donde van, ponerlas donde no van, convertirlas en zetas y a las zetas, en eses. Otra muy frecuentada es suprimir otras consonantes, al final de las palabras, de donde, por ejemplo, con el pie caminas, y con la pie’, recubres tu cuerpo.
A lo largo de los años, he defendido mucho en mi país a esas y esos cantantes “raciales”. De este lado del mar, la mayor parte de los escuchas considera que no cantan, sino que gritan. A mí, esa fuerza siempre me movió y me pareció valiosa. Por cierto, buena pena me dio la muerte de Rocío, y el entrevero de Isabel con la corrupción política y los juzgados. Otro tema. Pero, volviendo al hilo, todo hay que decirlo, anoticiado ahora de que en esa bellísima porción del mundo dividida en ocho provincias surgen tantos cantando más o menos así, el valor atribuido, a qué negarlo, se relativiza. Muchos pueden hacerlo, con menor o mayor fortuna.
Hoy encuentro que cantar esas canciones de un modo más modulado, más afinado, más delicado, les aporta mucho. Y, para mi sorpresa, surge dentro de este programa donde los andaluces se regodean en sus inveterados recursos una muchacha que, a mi juicio, lo hace como nadie antes. Oyéndola sólo, te transporta. Pero hete aquí que si abres los ojos, la ves bella, fina, elegante, y con una sonrisa que derrite antártidas.
Es la mejor. Se nota y no se lo perdonan. La atacan porque ríe, porque pronuncia todas las letras, porque no se destempla. La defenestrarían en los foros del programa, donde con buen tino y por primera vez los administradores han dado en suprimir los insultos. Y yo, acaso por sentir que, de la mano de Rafael de León, su poeta principal, este tipo de canción está tan cerca de García Lorca (lo que la hace a mis oídos y para mi entendimiento más bella que ninguna), y de esas perlas populares que han esmerilado los siglos, no puedo dejar de pensar que en esa tierra de gente tan simpática y salerosa un día destrozaron la sonrisa y la voz de Federico. Federico que, como Verónica, también tocaba el piano. Y era fino. Y alegre. Y siempre sonreía.
Andaluces: no maltraten sus tesoros.
Argentinos: hay un tipo de canción prima del tango sembrada de tesoros (yo no me explicaría, sin ella, la existencia de Serrat o de Sabina, por ejemplo) y hay una niña hermosa que la canta como nadie: Verónica Rojas.
De su cosecha:

http://www.youtube.com/watch?v=_M-oDHQFdGU
http://www.youtube.com/watch?v=Od0o1EdeNdE&feature=related

Los del Verso 2011, verano en Mar del Plata

Buenos Aires, Mar del Plata, diciembre de 2010

GACETILLA DE PRENSA
LOS DEL VERSO
TEMPORADA 2010
LA BANCARIA
MAR DEL PLATA


La compañía “los del Verso”, cuyas obras escribe y dirige Mariano Moro, anuncia para su duodécima temporada consecutiva en la ciudad de Mar del Plata, el estreno de la que será, quizá, la más arriesgada de sus propuestas. Se trata de “Jesucristo”, y en el título va el tema.
No será didáctico, no será ideológico, no será propagandístico. Tampoco deliberadamente polémico. Al modo de una pintura, será el retrato vivo en la carne y la palabra, acción y sentimiento de una figura que, además de religiosa, es dramática y poética como ninguna otra.
La humanización de los dioses viene a interrogarnos, y las respuestas no están.
El desafío sólo es para un actor grandísimo, y aquí lo volverá a demostrar: Mariano Mazzei.

Cabe destacar que será la quinta colaboración entre el actor y el autor/ director, con el precedente específico de la obra “Quien lo probó lo sabe” (sobre la vida y la obra de Lope de Vega), aún en gira, a cuatro años de su estreno, con doscientas representaciones, excelentes críticas y abundantes premios nacionales e internacionales.
El estreno de “Jesucristo” tendrá lugar el jueves 30 de diciembre, a las 21:00, en La Bancaria, de San Luis 2069, Mar del Plata, y luego, se sucederán las funciones a lo largo de la temporada los jueves a las 23:00 y viernes y domingos a las 21:00.

Así mismo, en la misma sala, se festejarán los diez años de éxito de la pieza emblemática del grupo, “La Suplente”, con la actuación magistral de María Rosa Frega y funciones los miércoles a las 23:00, y jueves y sábados a las 21:00. Esta pieza tiene una segunda parte, que sí es buena, “Azucena en cautiverio”, e irá los sábados a las 23:00.
La compañía repone también “El mal menor”, su versión del mito de Ifigenia, que irá los viernes a las 23:00. “Una mujer en campaña”, inventario de pensamientos políticamente incorrectos (siempre incompleto) también a cargo de María Rosa Frega (los domingos a las 23:00) y “Porque soy psicóloga”, con Merceditas Elordi, homenaje a las otrora compañeras y profesoras del autor, que irá los miércoles a las 21:00.
Para todas las funciones, el valor de la entrada será de cincuenta pesos, con descuentos a jubilados y estudiantes.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Esplendor en la hierba


Siempre con alguna cana enredada en el viejo cine, nudo reforzado por haber oído anoche a Ana María Bovo relatando fragmentos de películas ("Tanto tiempo...", dos domingos más en "Clasica y moderna") me entregué hoy a "Esplendor en la hierba" (¡introducing Warren Beatty, rezaban los títulos!) donde una no menos que adorable Natalie Wood se abocaba dos veces, con humores bien diferentes, a unos versos de Wordsworth, con los que se me antoja debutar como traductor y versionador de poesía inglesa.

Pésimo, pero entusiasta.

Digamos que casi se logra recrear la rima del original sin bastardear el sentido, y ya es decir.

La calidad queda en el film, y en esa Natalie de ojos tan grandes que el agua nos robó.

Acá van:

"...Aunque nada pueda devolver la hora

de esplendor en la hierba, de gloria en lo que aflora;

no lo lamentaremos, vamos a encontrar

fuerza en lo que hubo que dejar;

en la primera simpatía

que habiendo sido, siempre debería;

en los calmantes pensamientos

que brotan de humanos sufrimientos;

en la fe que mira la muerte y la trasciende;

en los años que traen filosofía a la mente. "


En inglés sonaban mejor... Pero no dichos por mí.

La película: dirigida por Elia Kazan en 1961.