martes, 7 de diciembre de 2010

Sobre la Copla


Debilidades confieso. Algunas. Algunas confieso. Haber, hay muchas.
Tengo debilidad por un tipo de canción española, denominado genéricamente “copla”. Difícil de definir. Acaso se trata de “la” canción española. Claro que desde que España es un Estado autonómico, todo tiende a ir al terruño (no bebas el agua de este río, que es mío), y hoy hay muchos dispuestos a etiquetarla exclusivamente como canción andaluza. Aunque abrevase en la tradición del romance castellano, aunque se desprendiese del cuplé, aunque su más célebre intérprete fuera valenciana, aunque una de las más destacadas fuese argentina. Imperio Argentina, justamente. Que filmó con Gardel. En fin. Para el caso, las primeras coplas que conocí (dos) estaban siempre en labios de mis abuelas, muy españolas y nada andaluzas. Gloria, la navarra, estaba siempre “Compuesta y sin novio” (arrancaba siempre con el estribillo: “por qué no te casas niña dicen por los callejones...”; se hizo famosa en La Pampa años después por el éxito de la película “Las cosas del querer”) y Ángeles, leonesa, cantaba siempre y solamente las coplas de Luis Candelas (bandolero madrileño, por cierto; nacido en Lavapiés, seductor de doncellas y ladrón de toda cosa).
Salteándose la desconfianza añeja que profesan en aquellos pagos amantes de la división muchos del Norte por los del Sur, enviaron un día a Buenos Aires mis tías de Pamplona un cassette, “Canciones de España”, de Rocío Jurado. “Los piconeros”, “La guapa, guapa”, “Limón limonero”, “Antonio Vargas Heredia”... Nada tardé en aprenderlas de memoria. Nada tardó el cassette en empezar a patinar. Y no podías acudir a emule, ares o youtube.
Tardó en llegar Isabel Pantoja con un nuevo cargamento de coplas, y así las tornaban ella también: briosas, dramáticas, histriónicas. Empujando, cascando la voz. No cantaba así mi madre, que tuvo de modelo a Sara Montiel (más bonita mi madre, aunque no me lo crean).
Intentaré aburrir lo menos posible y me saltearé pasos y años en el cuento de mis amores con estos cantares. Todo pasa y todo queda.
Llegó un buen día internet a enterarme de que hay una Radio Televisión de Andalucía, y que tiene como bandera y programa más visto, un concurso para intérpretes del género, “Se llama Copla” (los sábados a las 22:15, hora española; seis y cuarto de la tarde por aquí). Puede verse en directo o por archivo, días después. (http://www.radiotelevisionandalucia.es/tvcarta/impe/web/portada )Va por su cuarta temporada, y conserva mi fidelidad. He visto pasar docenas de artistas. Más mujeres que hombres (70% y 30%, aproximadamente). Y casi todas ellas son también briosas, histriónicas, dramáticas. Folclóricas, con las diversas gracias andaluzas, una de las cuales es quitar eses donde van, ponerlas donde no van, convertirlas en zetas y a las zetas, en eses. Otra muy frecuentada es suprimir otras consonantes, al final de las palabras, de donde, por ejemplo, con el pie caminas, y con la pie’, recubres tu cuerpo.
A lo largo de los años, he defendido mucho en mi país a esas y esos cantantes “raciales”. De este lado del mar, la mayor parte de los escuchas considera que no cantan, sino que gritan. A mí, esa fuerza siempre me movió y me pareció valiosa. Por cierto, buena pena me dio la muerte de Rocío, y el entrevero de Isabel con la corrupción política y los juzgados. Otro tema. Pero, volviendo al hilo, todo hay que decirlo, anoticiado ahora de que en esa bellísima porción del mundo dividida en ocho provincias surgen tantos cantando más o menos así, el valor atribuido, a qué negarlo, se relativiza. Muchos pueden hacerlo, con menor o mayor fortuna.
Hoy encuentro que cantar esas canciones de un modo más modulado, más afinado, más delicado, les aporta mucho. Y, para mi sorpresa, surge dentro de este programa donde los andaluces se regodean en sus inveterados recursos una muchacha que, a mi juicio, lo hace como nadie antes. Oyéndola sólo, te transporta. Pero hete aquí que si abres los ojos, la ves bella, fina, elegante, y con una sonrisa que derrite antártidas.
Es la mejor. Se nota y no se lo perdonan. La atacan porque ríe, porque pronuncia todas las letras, porque no se destempla. La defenestrarían en los foros del programa, donde con buen tino y por primera vez los administradores han dado en suprimir los insultos. Y yo, acaso por sentir que, de la mano de Rafael de León, su poeta principal, este tipo de canción está tan cerca de García Lorca (lo que la hace a mis oídos y para mi entendimiento más bella que ninguna), y de esas perlas populares que han esmerilado los siglos, no puedo dejar de pensar que en esa tierra de gente tan simpática y salerosa un día destrozaron la sonrisa y la voz de Federico. Federico que, como Verónica, también tocaba el piano. Y era fino. Y alegre. Y siempre sonreía.
Andaluces: no maltraten sus tesoros.
Argentinos: hay un tipo de canción prima del tango sembrada de tesoros (yo no me explicaría, sin ella, la existencia de Serrat o de Sabina, por ejemplo) y hay una niña hermosa que la canta como nadie: Verónica Rojas.
De su cosecha:

http://www.youtube.com/watch?v=_M-oDHQFdGU
http://www.youtube.com/watch?v=Od0o1EdeNdE&feature=related

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