miércoles, 30 de abril de 2014

Mi compañera


Mi compañera, como de otra especie

es el amor que ejerce todo el día,

constante ofrenda de su algarabía.

No hay hombre que de darlo así se precie.

 

Mi compañera: cuando el mal arrecie

que no me falte a mí tu compañía,

tu recibirme así, con alegría,

tu santo don. Bendito quien lo aprecie.

 

Mi compañera: cuando conversamos

tenemos que inventarnos nuestro idioma

y puede parecer que estamos locos.

 

Mi compañera: sí, locos estamos

espantando al curioso que se asoma
 
a un diálogo que es apto para pocos.

Borrón y cuenta vieja


Se ponen tristes porque me ven triste,

entonces quiero parecer contento

si no de alegría, de cierto invento

que me levanta o me empuja o me viste.

 

No sé si hay un truco o en qué consiste

para salir airoso del intento.

No sé qué digo si me cuento el cuento.

¿Cómo borrar renglones que escribiste?

 

¿Usaste por caso tinta indeleble?

Dirás: “¡ni siquiera tomé yo pluma,

tampoco bolígrafo o lapicera!”

 

Es culpa mía si voy tan endeble

que se me marcan llagas de tu espuma
 
o si por olerte olvidé quién era.

martes, 29 de abril de 2014

Si me ves entero


 

Si me ves entero no estás mirando

bien. No estás observando el alba rota

de mi astro oscuro. La luz que alborota

mi lago espeso con garzas llorando.

 

Su enredo de algas atrapa ondulando

mi pez de sueños, ese pez marmota

que abre la boca y no bebe. Le brota

un grito ahogado como de oro blando.

 

Los remos turbios de barcas que avanzan

hieren mi carne, mientras en la boca

la lengua sangra de tanto callar.

 

Palomas negras del olvido danzan

y yo sucumbo porque nada toca
 
mis fondos de barro sin asentar.

lunes, 28 de abril de 2014

Redondillas tucumanas




Redondillas tucumanas

yo las puedo componer.

De noche tendrá que ser

si me falto en las mañanas.

 

Redondillas fueron lunas

por dos días eclipsadas.

Redondas las empanadas

soberbias, sin aceitunas.

 

Redondas las plazoletas

escasas. Alguna sí.

Redonda fortuna vi

fugarse tras los cometas.

 

Redondas las secas fuentes

con lujosas esculturas

en medio. Bellezas puras

que el parque habitan, silentes.

 

Seres desnudos en piedra

que se fugaron de Europa.

Visten moho, si no ropa,

viejas pinturas o hiedra.

 

Una Diana, un Laoconte,

un Apolo, un galo herido

cruzando el mar han venido.

Al oeste, sueña el monte.

 

¿Monte? Cerro le digamos

como dicen por aquí.

Lindo cuando hablan así:

nos juntemos, nos sigamos...

 

¿Adónde? Al mentado cerro,

al cerro de San Javier.

Allí aún canta la mujer

que lo escogió para entierro.

 

Verde cerro que se esfuma

cuando se quema la caña.

Todo el paisaje se empaña,

se cubre de gris espuma.

 

Entonces la primavera

los lapachos anticipan.

Sus tres colores disipan

la negra lluvia cañera.

 

Rosas, los más numerosos;

amarillos, más brillantes;

y en los rincones, distantes

los blancos, más pudorosos.

 

Poco sitio para flores

hay en las calles del centro.

Todos se caen adentro

y así aumentan los calores.

 

Las calles son muy estrechas,

 las veredas lo son más

y los ruidos que escuchás

te perforan como flechas.

 

El silencio, siempre herido

en las iglesias se esconde.

No es tonto, sabe bien dónde

es amado y requerido.

 

Contra los actos y fiestas

de la Casa de Gobierno,

San Francisco, casi eterno

 rezando vela las siestas.

 

Trazando una diagonal

se pasa la Independencia

de Lola Mora, y la urgencia

nos cruza a la Catedral.

 

Tras las columnas y rejas

hay un Cristo de madera

tan bello, que nunca espera

devociones, no de viejas

 

solamente: de muchachas

y muchachos, por qué no,

o señores como yo

mordidos por malas rachas.

 

A su izquierda, el empedrado

va a la casa dicha Histórica.

Se presta a mucha retórica

 lo que allí se ha declarado.

 

Enfrente, se venden mates,

recuerdos, dulces y quesos.

Los novios enhebran besos

y se dicen disparates.

 

El día que se recuerda

vienen gauchos cabalgando,

zambas y el Himno cantando.

A nadie le falta cuerda.

 

Mientras, en “Diva” se busca

a la “Drag Queen Nacional”.

Nada está ni bien ni mal

si la diferencia es brusca.

 

Hay mucho para contar

acerca de Tucumán.

Las malas lenguas dirán

lo que yo quise callar.

 

Quizá lo confesaría

a mis padres dominicos.

De sobrios, parecen ricos
 
y afinan la Teología.

domingo, 27 de abril de 2014

Rostro hermoso




  Rostro hermoso de mi doble fracaso
 
quién te quemara en la chispa un beso,

quién te comiera como pan con queso,

quién te bebiera como vino al paso,

 

quién te vistiera como chal de raso,

quién te esparciera como aroma espeso,

quién te supiera querer sin exceso,

quién te lograra olvidar sin ocaso,

 

quién se burlara de tu corte fino,

quién te arrojara al borde del camino,

quién te pudiera dar un reemplazante,

 

quién no sangrara tu desliz sonriente,

quién no se ahogara en tu morena fuente,
 
quién no temblara cuando estás delante.

sábado, 26 de abril de 2014

Mis tres derrotas


Tuve mis tres derrotas. La primera

fue en el amor. Olí cuatro narcisos

y los sentí dulzones y sumisos.

Se me volvieron cardos de tapera.

 

La segunda fue de ésas que uno espera.

Efectos de un error surgen concisos.

Los toboganes del desastre, lisos

se muestran cuando escampa la quimera.

 

La tercera brotó de ser quien soy,

de mi caudal de fe, de la exigencia

con que preciso el blanco adonde voy.

 

Quienes no quieren ir, saben la ciencia

que baja pajarones de un hondazo
 
y un triple derrotado es un pelmazo.

viernes, 25 de abril de 2014

Despertar


Es natural dormir sin darse cuenta.

Sopla la nada y la conciencia va

al ligero confín donde no está

en sitio que se piense ni se sienta.

 

Así también el alma un truco inventa

y se sueña tranquila cuando ya

lo que es o que no es lo mismo da.

Hay un monstruo delante y no lo enfrenta

 

pues no lo ve. ¿Es monstruo? ¿O es acaso

el deseo dormido en un fraguado

declive que no es tal, si no letargo?

 

Bastó un gesto de amor salido al paso

para quitarle rémora al pasado
 
y abrir presente ya sin gusto amargo.

miércoles, 23 de abril de 2014

Te extraño


Te extraño.

 

Hubo unos días

que presuroso te daba

los buenos días,

las buenas tardes

y las buenas noches.

Entonces, aunque no estabas,

respondías

como responde la vida

a nuestras inquietudes

con lo que tiene a mano,

persuadida ella

de que todo al fin

le pertenece.

 

Te extraño.

 

Era extraño,

como si estuvieras en mi casa

y yo no estuviera en casa.

Como si ocuparas mi alma

y yo sin mí.

Te había dado en don

todo el espacio,

el que es

y el que no es.

Apenas si algo

de mis ojos

 trashumaba entre las páginas

de libros

que alguna vez leí

y ahora sólo aspiraban

a velar tu sueño,

como si mis propias sábanas

hubiesen escapado

desnudándome

para volverse espuma

o sombra de tu cuerpo

a la vez ubicuo y lejano,

a la vez perfecto y apenas

excedido de peso

como si lo hermoso

probase hasta donde

puede ir

sin desvirtuarse

o como si aquello

de los envases pequeños

no lo conformase del todo.

 

A tu cuerpo bien le gusta

desmembrarse en piruetas

o contorsiones bruscas

y sin embargo se infla

de a poquito

acaso porque tu alma

ha dado en quedarse quieta.

 

Yo quería sacudirte.

 

Pedí permiso de entrada

apersonándome en todos

los túneles posibles,

estúpida cortesía

esa mía

tan poco conducente.

Quien sabe no hubiese entrado

argumentando menos,

implorando nada.

Quien sabe no hubiese entrado

sólo a fuerza de empujar

un poco más

muy en silencio.

No faltará quien replique

que dentro nomás hallara

las vacuidades extremas,

y luego y a cada vez

el mismo deseo roto,

enfermo y multiplicado

que me tuvo a maltraer

enmarañado en tu estela.

 

Te extraño.

 

Necesitaba arrancarte

de los poetas amargos

que te pegan su decadencia

y algunas tristes metáforas.

No hacés bien en lamer

los azulejos percudidos

de Lisboa.

Son muchas las cosas

que no hacés bien

-en eso te parecés

a otros mortales-.

 

Y es que tu perfección
 
no era corpórea
 
sino ésa:

la suave firmeza

con que has decidido

equivocarte

hasta erigir el desvío

en tu destino.

Si amé tu perfección,

¿por qué mi empeño habría

de cambiarte

cuando a conciencia elegiste

la noche despegada?

 

Te extraño, lo repito

algo menos

enfáticamente

ahora.

 

Tuve que volver a mí

aunque no me extrañaba tanto

como para volver a ese sitio.

 

Admití a regañadientes

la magnitud estrepitosa

de mi error

y me llevé tu olor

como amuleto

hacia las rutas verdes

donde olvido

que me dabas unos besos

y esos besos

suplicaban a gritos

aunque tímidamente

el beso por venir,

el portentoso,

el único capaz

de torcer un rumbo

desde los bordes ácidos

del abismo

hacia las colinas esponjadas

de la fe.

 

Te extraño

pero un poco menos ahora

y claro

con algo de amor propio

aunque me parezca tonto

y con el deseo nuevo

o recién despertado

hube de quitar el dedo

de ese timbre

cuyas coordenadas últimas

-hago bien en decírmelo-

no llegué siquiera

a conocer

porque no me las dabas,

me las quedabas debiendo

como esa intimidad

a que me convidabas,

la de sonrisa triste,
 
la que nunca será.



Después, lo razonable:

una mano tendida

como del más allá

y yo que me levanto
 
y extiendo la palma.

viernes, 18 de abril de 2014

Romance de alegría


Como una niña en su cuna

la rosa de la alegría

se alumbra blanca y llorosa,

se pincha de verde espina

y sonríe de su sangre

las gotas del nuevo día.

El “a-a-á” de pequeños

que decir cosas querrían

pero no saben, inunda

los cuartos, y en las cortinas

aprietan con sus manitos

los ángeles las tiritas

del sol, esa mariposa

que se quema de amarilla

detrás de nubes violetas,

imitadoras de artistas.

Más amables los motores

del Viernes Santo chirrían

por las calles tucumanas

que se desnudan tranquilas

como mujeres seguras

de querer y ser queridas.

Por el gran paso de cebra

estampado en esta esquina

-lo veo por las ventanas

abiertas como sandías-

cruzan huyendo las penas

que nos dieron guerra fina

en las tardes solitarias

y las noches mal dormidas.

Un gran lamido de perro

unta el aire. Se arrodilla

 en el cordón de cemento

a rezar su Pascua tibia

la virgen de una esperanza

renovada y sustantiva.

Ese rezo que murmura

me muerde las pantorrillas.

Salgamos a oler ahora

el perfume de la risa

en la quietud de las plazas
 
vibrantes, si no floridas.

jueves, 17 de abril de 2014

Psicopatológico


Con mucho esmero, como una paciente vienesa,

desenrollaste la napa sedosa de tu histeria

hasta cubrir mis centros y mi periferia.

Yo me encendí de celos, como cierta condesa

 

y de un amor que, claro, a nadie le interesa

porque apenas de fobias se adorna la miseria.

Me puse algo obsesivo. Eso sí es cosa seria

cuando el dolor va libre y el alma queda presa.

 

Poco extraordinaria la sintomatología,

nada que destaque del común de los manuales

si no fuera por cierta perversa espada mía

 

ansiosa de incrustarse donde ya no hay cabales,

pinchando lo que en lengua vulgar llaman locura
 
y en jerga psiquiátrica, quizá, psicosis pura.

miércoles, 16 de abril de 2014

Resurrección


Me pregunto: ¿las cruces que se aprestan

para la Pascua aquí folklorizada

son algo más que tradición? ¿Son nada?

Algo pasó. Hoy las calles apestan.

 

Mas sol y mal olor se contrarrestan.

Hay una brisa fresca, matizada,

y Tucumán camina más pausada.

Entrega sus sonrisas. No le cuestan.

 

Parecen de hace un siglo las tormentas

de angustia y de deseo y el pañuelo

que su caudal de llanto me pegó.

 

Hay un Cristo reacio a compraventas.

También sonríe aunque le sangra el pelo
 
porque al tercer día... resucitó.

lunes, 14 de abril de 2014

A mi padre, a dieciocho años de su muerte


Hoy catorce de abril

de dos mil catorce

se cumplen dieciocho años

de la muerte

de mi padre.

Y es extraño decirlo,

confirmarlo,

porque desde aquella noche

nunca ha dejado

de apersonarse

en mis sueños

y a cada vez concluyo

que aquella muerte

fue mentira

en el claro desparpajo

con que los sueños

hacen incontestable

lo imposible.

 

Y tanto hace

que me estás visitando

papá

que ese sólido crédito

que alguna vez yo diera

a este mundo de todos los días

donde no está tu peso

se me ha esfumado

y me parece en cambio

que sólo existe

una realidad de las almas

que se roza con ésta acaso

pero no mucho.

 

No eras tan cierto entonces

cuando yo niño

te veía tan poco

porque el divorcio tiene esas cosas

y le tenías bastante miedo

a nuestra madre

y, la verdad sea dicha,

preferías tomar whiskies

con los amigos

en la barra

a ocuparte de tres niños

que como vos a un tiempo

estaban destinados

a crecer sin padre,

compensándose en el empuje

de una mamá gigante

y mitológica.

Esos días yo pensaba

que no me hacías falta

y si tenía que verte

te obsequiaba una mixtura

de timidez y fastidio

aunque al fin me gustara

que me dijeras “león”

y sabía en el fondo

que detrás de nuestra infinita

torpeza compartida

moraban las florcitas

silvestres del cariño;

no tremendas rosas

o azucenas,

más bien tibias violetas

o “no me olvides”,

o esas otras amarillitas

de entre el pasto

cuyo nombre

si lo tienen

por siempre ignoraremos.

 

La palabra cáncer

remueve muchas cosas

y yo acudí hacia vos

perdón que te lo diga

como vos nunca lo hiciste

al menos en el tiempo

de esta vida corriente,

y me quedé trabajando

a tu costado

mientras vos escuchabas

tango tras tango

y llorabas

y llorabas

y llorabas.

 

Un día a escaso metro

de mi frente

cayó una servilleta

y no fui a recogerla

porque llevaba mucho atraso

en las cuentas que hacía;

vos diste la vuelta

al mostrador azul

y te agachaste

para tomarla,

la tomaste claro

al ras del suelo

pero ya no pudiste

ponerte de pie,

en tanto yo seguía

haciendo las cuentas

porque todavía me parecían

muy importantes

mientras a mi turno

lloraba

y lloraba

porque sabía

que no te levantabas

ya nunca más.

 

Hoy catorce de abril

de dos mil catorce

se cumplen dieciocho años

de la muerte

de mi padre

y es muy probable

que en la noche

me visite

como tantas otras veces

porque hay algo importante

que tiene que decirme

y todavía no se anima

o no sabe cómo hacerlo.

 

Hoy te veré en mi espejo

como me pasa siempre.

Hoy te abriré las puertas

del corazón

papá.