Tengo entre
manos una derrota tan perfecta
que me
erijo envidia de derrotados del orbe.
Un fracaso
arena movediza que me absorbe
y me envía
al núcleo de su raíz en línea recta.
Me adherí a
los fangos del error como a una secta.
Comulgué con
el nada entender por que no estorbe
nada mi
prodigio en el caer, que nada encorve
el obelisco
que a mi cielo llantos inyecta.
Me quise
deshacer como una luna de escarcha
atragantada
de verano, luna que marcha
del resplandor
al temblor y de ahí a los abismos
sucios de
la neurosis o el pánico o el tedio.
Será que yo
soy yo y que no tengo remedio...
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