Una amiga
del alma que es el alma, pues ¿qué será ésta, sino sustancia ideal que busca
tomar la forma de cuanto ama? Y claro, luego de tantos años inclinada, vertida
hacia la misma fuente de alegrías, de confidencias, de pesos llevados entre
dos, no puede sino verse conformada por lo que consideramos persona separada ya
casi sólo por convención.
Amiga mía:
la que como germen vino en un barco de colecta bi-peninsular que alguna vez
colegimos fue el mismo para los dos, y quiso sembrarnos en nuestro permanente exilio bordemarino (del que
yo escapo sólo en apariencias); la que
acunaron en un cajón de Cinzano; la italiana y mendocina; la que llevaba a un
taller literario “el libro que Carlos le regalara” y se iba en un auto blanco
conducido por ese novio que al pie del altar quedaría, con el ajuar sin usar;
la que supo combinar a Melanie Klein con el whisky Criadores, para asimilar
mejor este segundo; la que se enfundó en encaje, pantalón blanco y blusa de
seda rosa para explorar la selva en la que a un tiempo nos perderíamos; la
polizón de los sótanos cítricos; la mamá de la ruta; la que cautiva desde el
mostrador a misteriosos ventaneros que le envían por carta su anónima pasión;
la lúcida, ácida y permanente; la nunca contenta y siempre risueña, o casi
siempre; la cazadora de ballenas; la que está segura de que siempre dudará; la
que recordará todo lo que no quiero que recuerde; la que lamentará todo lo que
olvida y yo siempre le recordaré; la tan hija de su madre y ya también, un
poco, de la mía; la que salió loca, como su hermana; la que hasta casi se me
vuelve española por contagio; la que canta el tango como seguro nadie lo
cantará jamás; la que canta todo como canta el tango; la que más se aferra a la
vida porque nunca sabrá qué hacer con ella; la eterna robadora de copas de
vino; la siempre presente en cada brindis feliz y en cada desolación; la que se
eleva sobre el mar como extensión del mar; la que anticipó, naciendo un 2 de
abril, que cada derrotero implica siempre su derrota, salvo, claro, el del amor
sin posesión ni reclamo, ese detalle intangible que siempre nos unirá, y nos
conducirá una y otra vez al reencuentro insoslayable mientras andemos por
aquí...
porque, como le hace decir Lope de Vega a una
napolitana:
“... el
gusto no está en grandezas,
sino en
ajustarse al alma
aquello
que se desea.”
(“El
perro del hortelano”, versado protagonista de éstos mis tucumanos
días)
Adriana, mi
amiga, mi grandeza, mi alma, mi deseo
de vivir,
queda mucho
camino todavía.
Mi memoria
es tu memoria y mi corazón está ahí, con vos.
¡Feliz
Cumpleaños!
Divino y merecido!
ResponderEliminaruna belleza, una inmensa y conmovedora Belleza.
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