Con mucho
esmero, como una paciente vienesa,
desenrollaste
la napa sedosa de tu histeria
hasta
cubrir mis centros y mi periferia.
Yo me
encendí de celos, como cierta condesa
y de un
amor que, claro, a nadie le interesa
porque
apenas de fobias se adorna la miseria.
Me puse
algo obsesivo. Eso sí es cosa seria
cuando el
dolor va libre y el alma queda presa.
Poco
extraordinaria la sintomatología,
nada que
destaque del común de los manuales
si no fuera
por cierta perversa espada mía
ansiosa de
incrustarse donde ya no hay cabales,
pinchando
lo que en lengua vulgar llaman locura
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