Hoy catorce
de abril
de dos mil
catorce
se cumplen
dieciocho años
de la
muerte
de mi
padre.
Y es
extraño decirlo,
confirmarlo,
porque
desde aquella noche
nunca ha
dejado
de
apersonarse
en mis
sueños
y a cada
vez concluyo
que aquella
muerte
fue mentira
en el claro
desparpajo
con que los
sueños
hacen
incontestable
lo
imposible.
Y tanto
hace
que me
estás visitando
papá
que ese
sólido crédito
que alguna
vez yo diera
a este
mundo de todos los días
donde no
está tu peso
se me ha
esfumado
y me parece
en cambio
que sólo
existe
una
realidad de las almas
que se roza
con ésta acaso
pero no
mucho.
No eras tan
cierto entonces
cuando yo
niño
te veía tan
poco
porque el
divorcio tiene esas cosas
y le tenías
bastante miedo
a nuestra
madre
y, la
verdad sea dicha,
preferías
tomar whiskies
con los
amigos
en la barra
a ocuparte
de tres niños
que como
vos a un tiempo
estaban
destinados
a crecer
sin padre,
compensándose
en el empuje
de una mamá
gigante
y
mitológica.
Esos días
yo pensaba
que no me
hacías falta
y si tenía
que verte
te
obsequiaba una mixtura
de timidez
y fastidio
aunque al
fin me gustara
que me
dijeras “león”
y sabía en
el fondo
que detrás
de nuestra infinita
torpeza
compartida
moraban las
florcitas
silvestres
del cariño;
no
tremendas rosas
o azucenas,
más bien
tibias violetas
o “no me
olvides”,
o esas
otras amarillitas
de entre el
pasto
cuyo nombre
si lo
tienen
por siempre
ignoraremos.
La palabra
cáncer
remueve muchas
cosas
y yo acudí
hacia vos
perdón que
te lo diga
como vos
nunca lo hiciste
al menos en
el tiempo
de esta
vida corriente,
y me quedé
trabajando
a tu
costado
mientras
vos escuchabas
tango tras
tango
y llorabas
y llorabas
y llorabas.
Un día a
escaso metro
de mi
frente
cayó una
servilleta
y no fui a
recogerla
porque
llevaba mucho atraso
en las
cuentas que hacía;
vos diste
la vuelta
al
mostrador azul
y te
agachaste
para
tomarla,
la tomaste
claro
al ras del
suelo
pero ya no
pudiste
ponerte de
pie,
en tanto yo
seguía
haciendo
las cuentas
porque
todavía me parecían
muy
importantes
mientras a
mi turno
lloraba
y lloraba
porque
sabía
que no te
levantabas
ya nunca
más.
Hoy catorce
de abril
de dos mil
catorce
se cumplen
dieciocho años
de la
muerte
de mi padre
y es muy
probable
que en la
noche
me visite
como tantas
otras veces
porque hay
algo importante
que tiene
que decirme
y todavía
no se anima
o no sabe
cómo hacerlo.
Hoy te veré
en mi espejo
como me
pasa siempre.
Hoy te
abriré las puertas
del corazón
papá.
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