a Adriana Francano
Cuando la
cumbre grita envenenada
no baja
agua pura a los arroyuelos.
Sucios los
pastos, cascotes y hielos
contaminan
la cuesta y la explanada.
Por el lago
inquieto ves reflejada
la almohada
percudida de desvelos
que caen de
la montaña. Por los suelos
gime la
pluma de ave marchitada
que quiso
batir ala y no podía.
Plomo en el
pico, sangre en la coleta
y el pulso
acelerado sin resguardo
sintió que
el aire de su envión perdía
como una
idea líquida y violeta
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