viernes, 16 de enero de 2015

A quien corresponda


 

Un fósforo ya no semeja el sol.

 

Tal vez yo no tenga la culpa

de todos los  malestares y frustraciones

del reino.

Y si hay un día para arrancarse

el cactus de la planta de los pies

es éste.

 

Suelo recordar que fui considerado,

cariñoso y atento.

Pasé de moda, definitivamente.

 

Y sin embargo, todavía,

o, sobre todo, ahora,

puedo cantar y bailar con razonable gracia,

cuando el índice del juez no presiona mi entrecejo

para hacerme sentir lo mal que hago las cosas.

 

Las burbujas de la celebración

estallan en un aire yermo,

 pero los buenos deseos persisten

como es la costumbre

en tantas otras cosas

inútiles.

 

Enero oscila entre la fiesta y el agobio

según en qué terrenos apaciente,

y, como siempre,

en el vacío íntimo y constitutivo

que nos yergue,

el atávico poema de la incertidumbre

se recita solo.

 

Fuimos la Eternidad

y nos mató el segundo.

 

Qué pena.
 
 
 
 



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