viernes, 29 de mayo de 2015

Café Harris

Todos los cafés estaban llenos
salvo este último
de señorío antiguo
donde se me abre un hueco entre cristales
y tras la grata sorpresa
de medialunas tibias
y una lectura herida por el griterío
me sorprende un ventanal que no es espejo.
Parezco flotar
en niebla de maderas.
Levitan la soda, el café, la taza, platitos y cuadernos.
También mis manos, como las de un mimo.
Descubro claramente
lo que siente un fantasma
al enfocar mis ojos inhallables aunque supuestos
y capto en lo preciso
cuanto podría sentir.
Me convenzo por lo tanto
de su existencia
y apoyo mi sien derecha
en los nudillos correspondientes
con cierta languidez
de Siglo XIX.
 
Se hace tarde.
 
 
 
 

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