Soñé un olor que remitía
a la memoria pura soterrada.
Alumbraba la ciencia del afecto.
Me comprendía en sí, me confortaba.
Era sensato no mover los miembros
ni entregarse a secuencias razonadas.
Olía yo tan bien, como ya nunca,
que todo lo demás era accesorio.
Y hasta sentí ese gran baúl morado
que con su cerrazón me atormentaba
cuando apenas me alzaba de los suelos
abrirse ahora como un tulipán
al borde de mi almohada perfumada.
Rozo su tela con mi dedo quieto
y en mí se infunde una fruición de nieve.
hermoso
ResponderEliminarGracias!
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