Ahora, cuando la gloria se esboza
profana y berreta, como de estos días,
pero cercana y posible
si no inevitable,
la condena a ser vos mismo
se antoja algo más dura.
El crochet de tus finos talentos
abriga poco,
triunfa una desnudez
altiva y sola.
Los rusos no censuran,
cubren a su David
por que no tiemble,
pero claro, la escultura
lleva paz decretada en sus entrañas
y por las tuyas muerde un sátiro pequeño
que no quiere salir
aun por el ombligo abierto
-de cerca es imperfecta
la costura-.
Los dioses griegos
yerran en la Pampa.
Buscan un monte azul
y no lo encuentran.
A fuerza de serlo todo,
uno mismo se vuelve
su caballo de Troya
-con descabalgamientos
hacia adentro-.
lunes, 12 de septiembre de 2016
jueves, 1 de septiembre de 2016
Muerte de Dios
Una voz, un cóctel abrirá la compuerta
clavándote uña sucia en las encías,
y un polen de volcán perforará tu oreja.
Oír sin escuchar es todo lo que importa
porque alguien creó el mundo sin prestar atención.
Dos mil años de óxido en las muñecas
orientan el curso de la sangre.
El cáctus y el arroyo saben su trabajo.
La nieve y los relojes han pasado de moda.
Los renos de Noruega murieron bajo el rayo;
al fin, no toda muerte es savoir-faire del hombre,
aunque vaya a saberse quién fraguó la tormenta.
Mi alacena y la heladera se miran todo el día.
Cada una presiente lo que la otra esconde
y, celosas como hermanas angurrientas,
me dicen: "-Yo no tengo. Fijate es esa otra."
Se ríen de la perra que no las alcanza.
Entre las dos, pernocta el relámpago.
Canino es esperar y la esperanza.
Científicos le dicen que comprende el lenguaje
y por la madrugada ensaya un paternóster.
En cuatro patas anda la absoluta fe.
clavándote uña sucia en las encías,
y un polen de volcán perforará tu oreja.
Oír sin escuchar es todo lo que importa
porque alguien creó el mundo sin prestar atención.
Dos mil años de óxido en las muñecas
orientan el curso de la sangre.
El cáctus y el arroyo saben su trabajo.
La nieve y los relojes han pasado de moda.
Los renos de Noruega murieron bajo el rayo;
al fin, no toda muerte es savoir-faire del hombre,
aunque vaya a saberse quién fraguó la tormenta.
Mi alacena y la heladera se miran todo el día.
Cada una presiente lo que la otra esconde
y, celosas como hermanas angurrientas,
me dicen: "-Yo no tengo. Fijate es esa otra."
Se ríen de la perra que no las alcanza.
Entre las dos, pernocta el relámpago.
Canino es esperar y la esperanza.
Científicos le dicen que comprende el lenguaje
y por la madrugada ensaya un paternóster.
En cuatro patas anda la absoluta fe.
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