La suavidad es oscura
y un alarde de flor
imanta el beso, disuelve
callos, adoctrina vastas
ultraoníricas planicies
del ávido y azul submundo,
como si toda ilusión
fuera espuma reciente
y la nieve de los tiempos,
un resplandor entre sombras
sobre azúcar y sonrisa
de apretadas navidades
sentidas y persistentes,
o la fe no corroída
con que te siguen los perros.
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