No sé qué puede haber detrás de mí,
no hay mito más esquivo que la espalda,
silente, si eficaz, como la falda
de una diosa, ligera y carmesí.
Ignoro lo presente, lo de aquí.
En un murmullo de agua de esmeralda
se deshace la luz, sencilla y gualda
del instante oloroso que oprimí
para activar la alarma del futuro,
ese otro mito, peregrino y duro,
apretado en papeles de manteca
que en extractos de pólvora perfuma
cada vacío de deseo y bruma
que supura la mente, casi seca.
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