En este no preludio
me repudio
y, ajeno ya de mí,
envarado en el monte que subí
sin meditarlo,
profusamente charlo
con un sinfín de yuyos y alimañas.
Perspectivas extrañas
de planicies distantes y brumosas
enmarcadas en fosas
cocodrilas del sol y de un pasado
fortuito y olvidado
abren color en tanto me perfuman
de gritos que rezuman
la pálida virtud del impotente.
Sólo el que calla miente.
Lo insinúa el arroyo que, cantando,
desguaza su cristal de cuando en cuando.
Para ler e reler, sempre inspirador!
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