viernes, 12 de mayo de 2017

Brasil

Aquí los verdes
no temen al cemento.
Las mulatas distraídas
dejan tachos en sus quioscos
y les brotan grandes flores
como de fábula.
Los hoteles por horas
surgen así también
y al final de la semana
no logran dar abasto.
Esto es la Nueva York
olvidada de la nieve
y acunada en frutas,
una ondulación de rascacielos
sobre mamón, mango y acerola.
Las muchachas acentúan
en tonos tan agudos
que llegan a la risa
inevitablemente.
Si ocurren quince grados
hay que temblar de frío
hasta que un sol guerrero
pone todo en su sitio.

Si callo, estoy gritando
que no soy de aquí.

Yo vengo de una tierra
casi verde también,
aunque más pálido,
diluído en el hielo
que hacia el Sur nos imanta,
y sobre el ritmo continuo
de esta América africana
siento el calor y el vuelo
de un pájaro transoceánico
que me deshace el vientre
con picotazos de almíbar.

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