Un pantano que nunca seca,
subyacente a esta turba de mosquitos
que desconoce el significado
de la palabra otoño,
contamina la sangre que ellos me disputan
y vuelvo a la precariedad exhaustiva
ante mi reflejo encarnado,
que viene de lejos,
que se mueve lejos
como todo lo esencial,
íntimo y profundo,
como el coro de los sueños
y las danzas antiguas.
¿Quién exorciza
la fragua del estómago?
Persuaden mi esternón
a martillazos.
Alguien preguntó:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí estamos.