Doce inmanencias
exuberadas en blanco,
un opulento tic-tac,
manos abiertas de madre
derramando oro
sobre la circularidad del cuerpo ausente
repelen la estúpida sonoridad
de los turistas.
Algunos entran
y ofrendan sus toses.
La reja significa tanto
que atraviesa cartílagos y huesos.
Ellas se retiran
silentes e ingrávidas.
Quedas a medio camino
una vez más.
Te espera el frío.
A tu espalda
declama un teléfono.
Equívocamente lento
se fragua el adiós.
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