La vida, como el cielo,
cambia rauda de color
en el atardecer
y una turba de rosados
y naranjas feroces
precipita el minuto
que no es tal,
sino simple
evanescencia
ineludible
como el dolor agudo
de toda flor salvaje.
La vida, como el cielo,
se aleja bella y fría
en las distracciones,
como vida que no es tal,
sino titubeo largo,
contemplación fallada
y nostalgia repetida
de absolutos ausentes.
Algo o alguien, sin embargo,
insiste en insinuarse verdadero
y perentorio,
con el goteo borroso
de un hosco refutar.
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