Tengo en el alma un canto de azucenas
rotas, de barro en ave transmutado,
y un sedimento aleve en lo cantado,
un recurso de mar roto en arenas.
Urden su austera soledad las venas
y un no sé qué de rumbo alborotado.
Frágil, despierto, herido me he quedado
sobre un alba que se presiente apenas.
Rotas también la cama y el suspiro.
Sabia es la luz, que se mantiene aparte
de cuanto anda presente en tanto miro
tus flecos en el techo. Busco darte
un mensaje que embriague las violetas
del aire, azucaradas y secretas.
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