El mismo mar de Escocia y de más lejos
viene a este sur de pasto y alma blanda
como un potro celeste azul, que anda
caminos de vapor y mundos viejos.
Viene a estas rocas lánguidas, con dejos
de invierno sin estufa ni bufanda.
Lanza coces al viento, y una banda
de bronces le hace arrullo en los espejos.
Con faros de algodón, los pescadores
invocan una fiesta de moluscos
que desmadeje las profundidades
del hambre y el deseo. Los colores,
entrada ya la noche, no son bruscos.
El día replegó sus vanidades.
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