Nacha Guevara renuncia a su banca de diputada, para cuya candidatura tanta arenga, publicidad y cotilleo se gastó. Antes había renunciado al nombre de Clotilde Acosta, y habrá renunciado a muchas otras cosas, como hacemos todos, no siempre a voluntad. Descubro con escasa alegría que, mientras nos frotaron por las narices a otros elementos que tampoco asumirán, el grueso del material perpetrará su consagración legislativa rozando el anonimato. Y recuerdo con dolor que una persona casi por accidente muy familiar, cercana a sus sesenta años, sin haber trabajado jamás en su vida, hace dos años accedió a una banca entrando en primer o segundo lugar por el partido más grueso y en el distrito más importante.
¿Peco de ingenuo si pregunto: -No hay gente educada, trabajadora, responsable y con vocación de servicio para merecer la dignidad de esos cargos y dignificarlos a su vez? ¿Hemos renunciado a eso?
En el desprecio de la política que ya es lugar harto común, florecen, y en desmedro de todos, los hechos, las actitudes y hasta los seres despreciables.
Argentina, qué dolor.
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