Ay, la escritura.
Ir a la médula de los recuerdos para descubrir que todo lo convierte en otra cosa. Precisar la memoria y ver que todo deviene cuento, mito, mentira. Y entretanto, el fantasma de la ira familiar, como la pinta Philip Roth en sus novelas. ¿En cuál sería donde, desde su lecho de muerte, el padre le farfulla "Tú, ¡maldito bastardo!"?
¿A qué hay que tenerle más miedo? ¿A los fantasmas removidos o a sus representantes actuales?
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