viernes, 2 de septiembre de 2011

LOS AMIGOS DE AYER


Tal vez, cierta maldad, algún desliz...
Sabía yo mi forma de jugar.
Puedo pensar: la infancia fue feliz.

Había tres o cuatro en el altar
Y en simple religión, los veneraba.
Un placer no menor era extrañar.

La dueña de mi amor lejos estaba
Y toda la ilusión era reencuentro.
Tenía que llegar. Siempre llegaba.

Si es que vivía lejos, en mi centro
Destilaba su belleza más pura.
Se anuncia fuera pero luce dentro.

En un río interior se reasegura
Desbordada de troncos y de ramas.
Tanto más tierna cuanto firme y dura.

Hubo cambio de edad como de escamas
Y un pantano a batir: Adolescencia.
Barro hirviendo en las calles y las camas.

Un profundo dolor era presencia
Constante. Por noches blancas y frías
La soledad perfeccionó su ciencia.

Estabas desatento y no veías.
Con tu aliento mejor, buscaste amigo.
¡Ah, los amigos de los viejos días!

El rival compañero, el testigo
De las tribulaciones y mentiras.
El vapuleado que siguió conmigo

Con tanta pretensión y cortas miras
Por las dudas y sueños, por el susto
Disperso como el aire que respiras.

Lo que más nos dolió, dolió con gusto
Pero siempre dolió. Llegó el momento
De ensayar un adiós con gesto adusto

Un adiós que quizá, yo me lo invento.
Lo más pesado es lo que no se dijo.
Un cuento prolongado no es un cuento:

El Fin no es adecuado y no es prolijo.

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