viernes, 17 de junio de 2016

El potrero

En este castillo de paja y lata
que cruje por demás, según escucho,
nos moja el alma la lengua barata

porque nos gusta que nos mientan mucho.
Para dormir la siesta interminable
extirpamos los dientes del serrucho

aunque evitamos todo gesto amable
para no aguar la murga futbolera,
tosca, sucia, infeliz, inevitable,

folclórica, barrosa y patotera,
que como una liturgia se acompasa
sobre una voz ahogada y carroñera.

Nos da risa el mundo que se desfasa
mientras nos aferramos al vacío.
Nada más lindo que seguir en casa.

Lo tuyo es mío y lo que es mío es mío
y lo que no era mío me lo quedo,
dijo una voz, y no dijimos pío

por andar en las márgenes del ruedo,
muy lejos del atril que gana escena
y absurda devoción, insano miedo,

desesperanza, fanatismo y pena.
Pero siempre hay un fin, dicen los sabios,
y comprueban los otros, cuando suena

la verdad que desgarra tantos labios.




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