Como una Gran Dama Vieja
que irrumpiese en tu vida
proclamando admiración impoluta
para luego marcarte rumbo
y escrutarte cada paso,
insatisfecha e impertinente,
ávida por cobrarte cada deuda
de un romance imposible,
así tu propia águila fría
oprime entre sus garras tu cabeza,
picoteando rítmica e impune,
investida de arcaicos mandamientos
y exóticos plumajes
alergénicos,
monumental y freudiana,
literata en cierto punto,
cuando ensaya escrituras descendentes
con los hilillos de sangre
que te desnudan
reticulado y pringoso.
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