Aprieto en mi esternón tus orfandades
y dos trocitos de sonoro cielo;
sin olor esta vez se incendia el pelo
y crepitan a coro tres verdades:
el cometido de las soledades
era rumiar cómo rasgar el velo
del corazón; saben a desconsuelo
el interés y las comodidades
y, en el concierto de las hojas secas,
no se afianza la clave del otoño;
en cambio, hay una niña toda muecas
que pincha rosedales en su moño,
salta la soga de un arroyo puro
y abre luciérnagas en el futuro.
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