Las múltiples geometrías
que atraviesan a un bailarín
compartimentan el aire,
lo espeluznan,
lo vuelven refractario
a la perplejidad de los pasos.
Son de desequilibrios
y aroma de derrumbes,
destella siempre niña
la fiebre del impulso.
Huye del horizonte
la circunferencia celeste,
se inflan como llanto
las transparencias
y un mensaje cifrado
aglutina humedades ambiguas.
La hiedra malherida
ya no se adhiere a nada.
Un coro de gaviotas
nunca dirá su nombre,
es tinta sin dibujo
la canción que asciende.
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