domingo, 24 de junio de 2018

Yo no paro

Progresiva conciencia de pequeñez me aplaca.
Caídas, desplumadas las aves del orgullo,
los templos que soñaba me son un pedregullo, 
triste paz, pobre paciencia y esperanza flaca. 


Poco gozo de fiesta y abundante resaca
la ópera reducen a un sedoso murmullo
arrimado a sentencias,  quizá de Perogrullo,
que ni alerta vergüenzas ni virtudes sonsaca. 


Y sin embargo es esta la hora más feliz,
cuando el trigo se cubre de brumas de ceniza
y la mente se sabe más débil y más lenta.


El tren de las pasiones pasó como un desliz,
como un fuego discreto que la tarde no atiza,
un pálido espejismo de la infancia sedienta. 
 
 
 



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