martes, 18 de marzo de 2014

Noche tucumana.


Díganle a ese perro que ya no ladre.

Pidan a la campana que no cante.

Luna recibe carta que no abre.

La nieve de la risa se deshace

al giro de una tómbola cobarde.

Los niños ya no buscan a su madre.

La naranja es amarga y trae hambre.

Las plazas beben lluvia de vinagre.

Comulgan los mendigos en el parque.

Se bordan madrugadas con alambre

de púas, y las flores son de sangre.

Las bodas y velorios van sin traje.

Se raja el corazón de parte a parte

al filo de un puñal de chocolate

que toma sus impulsos en el aire

y comunica al viento un vasallaje;

ulula encadenado a las mitades

de guitarras abiertas en canales

de musiquita cursi, que ahora tañe

una manito fría, muy sin guante.

Sí, llueve en Tucumán. Tras el grisaje

Luna recibe carta que no abre
 
y el remitente vela. Ya es muy tarde.

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