domingo, 9 de marzo de 2014

Romance


No sé cómo redactar

mis nuevas constituciones

ni imponer la disciplina

cuando van al mar mis botes.

Para nuevos sentimientos

ando coartado de nombres

y entre las brumas del alba

voy rumiando y dando coces.

Prendí un incienso de nácar

a la imagen que se esconde

entre las hojas del cuento

que leen los niños pobres.

Bebí negrura de pozos

en el sudor de las flores.

Me tropecé con la muerte

y le canté dos canciones,

una bordada de canas,

otra de savia de roble.

Sigo enhebrando mis pasos

en hilo de confusiones.

Llego a la puerta de un templo

y rezo mi rezo torpe.

Una sonrisa ilumino

para el ángel que se asome.

No sé sortear laberintos,

sé llorar y tal vez llore

o quizá busque al tanteo

el frío de un picaporte.

Si atravieso estos umbrales

vestiré mi rostro noble,

el que se amaga en la lágrima

y se lanza al horizonte.

Metralla de amaneceres

quemará mi mano. Entonces

Brotaré una rosa aguda
 
y sabré mis intenciones.

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