No sé cómo
redactar
mis nuevas
constituciones
ni imponer
la disciplina
cuando van
al mar mis botes.
Para nuevos
sentimientos
ando
coartado de nombres
y entre las
brumas del alba
voy
rumiando y dando coces.
Prendí un
incienso de nácar
a la imagen
que se esconde
entre las
hojas del cuento
que leen
los niños pobres.
Bebí
negrura de pozos
en el sudor
de las flores.
Me tropecé
con la muerte
y le canté
dos canciones,
una bordada
de canas,
otra de
savia de roble.
Sigo
enhebrando mis pasos
en hilo de
confusiones.
Llego a la
puerta de un templo
y rezo mi
rezo torpe.
Una sonrisa
ilumino
para el
ángel que se asome.
No sé
sortear laberintos,
sé llorar y
tal vez llore
o quizá
busque al tanteo
el frío de
un picaporte.
Si
atravieso estos umbrales
vestiré mi
rostro noble,
el que se
amaga en la lágrima
y se lanza
al horizonte.
Metralla de
amaneceres
quemará mi
mano. Entonces
Brotaré una
rosa aguda
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