lunes, 11 de septiembre de 2017

13

El barro del silencio decantado en frascos.
La rabia de la carne derramada en vientos.
La trampa del amor agazapada en rostros
y abstractas pantorrillas, como pan y espuma.

No es esto sangre ni cierta hinchazón es vida.
Flotan las alas y cientos de barcos suben
sobre la recta perspicacia de los trenes
que desgajan el verde de los tristes campos.

Nadie sabe la juventud ni enrosca el tiempo,
sólo una abuela da geranios y malvones
para la eternidad en una suave siesta
que arrumba como arena la estación Infancia.

Ni yo soy yo, ni vos sos vos, ni el otro es alguien.




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