Tengo, como las hojas de un castaño,
en mi ocasión de ser, roce de fruto,
y un vínculo aterido a las raíces
bajo aroma de pan que se diluye.
Busco, para el instante que atardece,
todo el rojo esparcido de la aurora
y una humedad de selva minuciosa
entre violines de noviazgo leve.
Canto fruición de Arcadia solitaria,
pierdo rebaños de alada blancura,
sufro alacranes de ilusión celeste
Y en un desvelo de pasión mordida
contra repliegues de rencor gastado,
me dispongo a llover, hacia los ángeles.
Tampoco yo sabía si soy nube.
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