sábado, 17 de diciembre de 2016

Ejercicio de redondillas

La juventud aparente
es mayor que la real.
Entre las dos hacen mal.
¿Ser joven eternamente?

¿Y padecer a morir
el empuje de los brotes?
¿El ahogo, los azotes
que siento al verte partir?

Cuando yo te veo entrar
llenando todo el espacio
con tu pelo casi lacio
y tus ganas de gustar
 
sé que me vas a besar
y esa espera configura
en un compás de locura
el horario y el lugar.

 Vibra la escenografía,
se abanican las butacas
y, como grandes hamacas,
bailan tu sombra y la mía.

 El corazón se me atora
en delgadas pantorrillas
y en chasquidos y cosquillas
y en una sorda demora

 de la interna procesión,
como si fuera la gana
de morder una manzana
congelada en el envión

 y aumentada al infinito
por el gusto con que, unidos,
brillan tus cinco sentidos
y tu abuso en lo bonito.

 No lo esperaba. Te vi.
Vos dirigías la escena.
me atabas una cadena
y, ya preso, te elegí.

 ¿Con quejas a la justicia
quien es autocondenado?
No sirvió ser desconfiado
ni me alcanzó la malicia.

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