Nada de esto debía suceder.
Era una tarde a transcurrir tranquilo
y no de zozobrar, de andar en vilo
-nada por ganar, todo por perder-.
Un colibrí se quiso entrometer
y aquello hubo de ser según su estilo.
La flor de un paso en quiebros del sigilo
me trajo al lago, me impidió beber.
Y sus colores ciegan mis pupilas.
Sube a mi nuez un aluvión de ahogo.
Se juega el sol y el globo en un encuentro.
Soldados del dolor ya cierran filas.
No acierto en mi defensa. Nada abogo.
Todas las balas llegan a mi centro.
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