Dios está
en marea baja,
se retiró
de la playa.
Somos muy
cortos de vista
y ya ni
vemos el agua.
Cuando caemos,
palpamos
y sí
sentimos la arena
húmeda, y
cantar de espuma
o aroma de
algas y sal.
También supimos
historias
de barcos y
marineros,
madrugados
pescadores...
aunque todo
por segundas.
Aquí las
huevas vacías,
conchillas
y caracolas
y la luna,
también lejos
untando su
aceite frío.
Dios pasea
la estratósfera,
insufla luz
en guirnaldas
de enormes
piedras y gas.
Las enreda
y se las lleva.
Todo se
expande y se va.
En la
orilla, ¿qué nos queda?
La ingratitud,
el deseo
abombado, y
el milagro.
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