Tengo que olvidar el abrazo dulce, aniñado,
que prometía la complicidad imposible,
la mirada sostenida, el ensueño a tu lado,
y tu reclamo de amor violento si inaudible
mientras que, de algún modo furtivo, me admirabas
y con suave constancia me escrutabas el gesto
y tu broma, y tu risa, y tu intención me las dabas
y nada me anunciaba que se acababa en esto.
Pero no olvidaré que podíamos amarnos
en mantas hiladas de hipotético futuro
donde ya sin tumulto, nos tocaba encontrarnos
cuando, por no enclavarte todavía en lo duro,
o porque me viste abatido -sólo por eso-
a las cuatro de la mañana, me diste un beso.
Todas y cada una de las cosas q escribís, al corazón!
ResponderEliminarQuè bueno, gracias por decírmelo
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