Acaso aparento filo, reborde y espina.
No quiero lastimarte.
O se me embebe el deseo en vino,
angustia y azucena.
No quiero lastimarte.
Me ves aura de poder o prestigio
a deshacerse
en sombras entibiadas del otoño.
No quiero lastimarte.
Ahora conozco tu lado B,
ese chasquido que rompe la máscara
de las amabilidades dulces
y te monta en un pulso
de balbuceo metálico.
No quiero lastimarte.
Te hicieron cosas muy malas.
No sé cuáles.
No sé quiénes.
Te aventuraste en laberintos
que multiplican las curvas
y mienten los escapes.
Apoyás la frente
en los cristales sucios
y volvés al pozo de donde brota el polvo,
entre amigos que no son,
pisando barbas, guitarras y mugre.
Yo no quiero lastimarte
aunque un beso mío
pueda limpiar la herida
y hacerla más visible.
Aunque si te aprieto un poco
tengas que gritar o llorar
como hacían las muñecas antiguas.
Eso que querés decir
y no podés
lo escucho casi.
Lo que intentás escribir
y no llegás
empieza a figurarse ante mis ojos.
Quiero besarte, sí.
Acariciarte, abrazarte,
leerte, sentirte y escucharte.
No quiero lastimarte.
Pero el amor da miedo,
y rueda películas
de final incierto.
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