El corte de
la esquiva luminaria,
infinitos
cristales en el piso,
lo que no
pudo ser, lo que no quiso
mi patria
chapucera y prebendaria,
la fantasía
siempre estrafalaria
que ordena
las visiones en un friso,
el corazón
rebelde y el sumiso
con la
canción del monje y voz de paria
empujan
torpemente hacia delante
aunque no
se haga pie ni haya respiro,
aunque la
prisa engarce retroceso
porque bulle el candor del principiante
bajo esta
capa usada que transpiro,
y aquí
nadie claudica. Sólo eso.
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