lunes, 18 de agosto de 2014

Evangélico


Perdida por el monte va esta cabra.

No distingue la hierba de las rocas.

Mucho el peligro para fuerzas pocas

sin luz que guíe o senda que se abra.

 

No sabe este hombre la tierra que labra.

Se mezcla el sueño a sus ideas locas.

Una es el hambre para muchas bocas.

El silencio de Dios es su palabra

 

y la escarcha apacienta en los oídos.

Tiembla el fantasma de los tiempos idos

sobre el hilo que teje la quimera.

 

Gime la cabra cuando duerme el hombre.

Bendito quien despierte y quien se asombre.
 
Quien refuta el oscuro y persevera.



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