"Los cuerpos bellos son para el placer;
las almas bellas, para el sufrimiento"
anotaba Wilde en su testamento
de cárcel. Culpar por no enloquecer.
Tras tantas de ganar, las de perder
le tomaron la mano, y el lamento
lo lloró por escrito. Un hundimiento.
De profundis. Incendio sin arder.
Pataleo. Rosario de reproches
como perlas de aullido, como broches
de arsénico y alcohol, como reclamo
cifrado entre los cordeles del yugo.
El arte de elegir a su verdugo.
Paradoja de insultar con un "te amo".
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