Donde se
juntan la piedad y el tedio
hallo un
cuaderno que ha quedado frío.
Apenas
puedo recordar si es mío.
Mío será,
puesto que sin remedio
guarda en
sus hojas el olor de un predio
con guerras
blancas, pastos sin hastío
que cabalgué,
cuando tenía el brío
si no un
buen plan para lograr mi asedio.
Un tigre
amargo rasga sus renglones
y en las
sangrías asoman figuras
de aves
celestes y rubios dragones
mordiendo
el cerco de las formas puras.
Me reclama
una deuda. Es insistente.
Yo no sabría discernir si miente.
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