No debería
yo creer en él
pues fue
demasiado bueno conmigo
y es mucha
deuda ésta de ser su amigo.
Mucha es mi
rosa en pena sin cuartel.
No me tocó
la guerra, como a aquel
predestinado
a sed del enemigo
ni la
intemperie, como a aquel sin trigo
ni páginas
ni sábanas ni miel.
Me ha
tocado la vida, ese imposible
donde queda
pequeño todo asombro
y tienta el
desbarranco de la queja.
Quien fuera
de sustancia incorruptible
y aceptara
sus plumas en el hombro
o, de su pico, el fin de la madeja.
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