sobre las
monjas sin cofia.
Hay
hortensias ensañadas
con las
novias.
Hay
jardines adornados
con
princesitas de pólvora
donde el
sol inconsolado
se hace
sombra.
Hay
crisantemos de plomo
injertos en
el estanque
y el agua
raspa piropos
a los
bagres.
Hay
sombreros de manteca
para los
sauces enanos
y algaradas
picarescas
de los
patos.
Hay
sopranos encendidas
por los
violines de cobre
y sus
trenzas obnubilan
a los
hombres.
Hay
zapatillas de baile
colgando en
perchas de humo
salpicaditas
de esmalte
rojo
oscuro.
Hay
cataratas de perlas
donde el
río se atolondra
y un montón
de bicicletas
voladoras.
Hay
tiburones de azúcar
risueños y
dormitando
sobre
azucenas de espuma
de
leopardo.
Hay
colibríes quietitos
en la raya
del alféizar
y un goteo
por sus picos
de
frambuesa.
Hay
gladiadores en vela
zurcidos a
los cancanes
y un mono
que les enreda
los
collares.
La dalia de
Federico
desoye en
su raso verde
la protesta
de los mirlos
penitentes
y con luz de
las manzanas
vierte
perfumes en tela
el zumo de
una palabra:
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