Ah, la voz
que sí se oye
en el
silencio, la quietud, la fuga,
pero se
extingue al traspasar la puerta...
Quién le
pudiera sostener el pulso,
acoplarse a
su nota,
encomendar
los vuelos en su pluma
como un
pájaro más
que no
razona el canto ni da nombre
cuando se
sabe del azul y el viento
abandonando
el nido
que se
entramó obsoleto y anacrónico.
Es tiempo
de surcar otro hemisferio,
aquel donde
el pasado no hace trampa.
Hay que
afianzar el rumbo
sin brújula
ni mapa y garantía
hacia el
tibio reborde de una tarde
de flores
con abejas,
de ocaso
demorado,
de cita con
lo eterno
tras dar
adioses a lo repetido.
Que la
mente no cierre las cortinas.
Que la
sangre no pase de su punto.
Que resuene
esa voz,
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