No sé por
qué Dios siempre me habla tanto
cuando sabe
que no presto atención.
No sé por
qué me asomo a la canción
cuando la timidez me hiere el canto.
No sé de
qué frutales me atraganto
cuando le
lamo el borde a la pasión.
No sé por
qué protesto en la prisión
cuando
asemejo libertad y espanto
y en cambio
sé de agujas invisibles
que
descentran la luz en las pupilas;
sé con qué
grito se mueren las lilas;
sé que las
piedras quieren ser sensibles;
sé balbucir
los poros de la historia
y sé el color del aire de memoria.
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