lunes, 3 de noviembre de 2014

Fontiveros


El núcleo tiritando,

las uñas en la cal del muro espeso,

negruras cavilando

sin ánfora ni beso,

pantanos interiores atravieso.

 

Ni el ánade que vuela

ni el verde resplandor que se suscita

como una dulce tela

fragante e infinita

se ocupan del temblor que no se quita.

 

Tampoco los azules

que abrazan las alturas en campana

penetran estos tules

de neblina malsana

que no despeja tarde ni mañana.

 

Un claro pensamiento

se anega en veinte sátiras confusas.

Los errores son ciento

y miles las excusas,

millones las tareas inconclusas.

 

El ímpetu se pierde

en esta caminata fatigada

por el lobo que muerde

la pierna atenazada,

la mano de su dueño distanciada.

 

Acribillada en tedio,

la entraña comprimida que no alcanza

a romper el asedio

ni a equilibrar balanza

despunta sin embargo una esperanza

 

y la canción del fuego,

su pacto de amarillo con las flores

se perfuma en sosiego

de nítidos licores
 
que pasarán lavando estos dolores.





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