Oso blanco,
mi hielo se derrite.
Pierde
color. Se va. Se resquebraja.
Este calor
no sé de dónde baja.
No doy un
paso ya. No hay a quién grite.
No puedo
fantasear con el desquite.
No tengo
rostro para quien me ultraja.
Quisiera ya
hibernar en una caja
de
estrellas frías, o de buen confite.
Los ojos se
me escapan tras los peces
y no
acierto a pescar. Hay unas aves
que me
vuelcan su canto lastimero
y se hunden
en el mar. Hay pequeñeces
flotando
entre las algas, como llaves
de un reino que intenté pero no espero.
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